El peregrino.

En el desierto de la vida;
Un peregrino solitario;
Caminando bajo el sol abrasador;
En busca de su destino;
Abatido, pero agradecido. 

Sus pasos resonaban en la arena;
Como lamento diario;
Hasta que un encuentro divino;
Cambió su camino.

Ante él, en una visión;
Dios se reveló;
Con un resplandor de luz y amor;
Un misterio sagrado;
El peregrino cayó de rodillas;
Su corazón se rindió;
Ante la magnificencia divina;
Y se sintió abrumado.

Dios habló en silencio;
Con palabras que trascienden;
El lenguaje humano; 
El peregrino escuchó con reverencia;
Sintiendo amor y sintiéndose amado; 
En esa comunión;
Su ser se transformó.

La paz inundó su alma;
La certeza de su propósito;
Se develó;
El peregrino místico;
Encontró en Dios;
Su único amor, su única luz y su razón.

Con un corazón agradecido;
El sendero continuó;
Su destino aclaró; 
Llevando consigo;
Amor divino;
Como su mayor posesión.

Isabella Melo.
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