La palabra «sibila» es la fusión de dos términos griegos: «sios», que significa «Dios», y «belle», que significa «mente». Al traducirla, se interpreta como «mente divina» o «iluminada por Dios» (Costa, 1846). Se creía que las sibilas eran mujeres que revelaban verdades sobre los misterios, la llegada del juez supremo y los eventos finales de los tiempos, como el apocalipsis. Por esta razón, se les consideraba como mujeres que poseían el conocimiento de la ciencia divina. Los habitantes de Asia occidental recitaban versos que se consideraban como declaraciones oraculares de profetisas llamadas sibylai.
Una leyenda cuenta que Sibila era el nombre de una vidente de Marpeso, cerca de Troya, que pronunciaba sus oráculos en forma de acertijos, escribiéndolos en hojas de plantas.
Otra historia sugiere que las sibilas eran inspiradas por el dios Apolo, ya que eran sus sacerdotisas. Para entrar en trance profético, masticaban hojas de laurel (el árbol de Apolo) o se sentaban sobre un trípode sobre una grieta del suelo para inhalar vapores volcánicos tóxicos. Se creía que Apolo les otorgaba su inspiración, expresada a través de sus oráculos ambiguos. Dado que Apolo era el dios de la música y la poesía, inspirador de poetas y oradores, se consideraba que las sibilas se expresaban en hexámetros que luego eran registrados por escrito.
La tradición de las sibilas se transmitió de los griegos y a los romanos, y se asociaba a lugares específicos. El autor romano Varrón (116-27 a.C.) menciona diez sibilas dispersas por todo el mundo, entre las que se destacaba la de Cumas.
Los primeros escritores griegos solo mencionaron a la sibila llamada Herófila, quien profetizó la guerra de Troya. Más tarde, se empezaron a nombrar más sibilas, siempre con su lugar de origen, creándose así una lista de trece sibilas registradas en la literatura.
Los doctores escolásticos las consideraban profetisas y afirmaban que estaban llenas del espíritu de Dios, negaban a los dioses “paganos” pues entendian que dioses eran impulsos de consciencia, de energía y afirmaban la existencia de un solo Dios, creador de todo lo existente. Mantenían una perpetua virginidad y predijeron acontecimientos futuros.
Los cristianos hablan de diez o doce sibilas en algunos de sus escritos. Diodoro Sículo las describía como mujeres llenas de Dios; para Marcos Varron, escucharlas era como escuchar el «consejo de Dios»; San Agustín las mencionaba resaltando su «espíritu profético»; San Jerónimo refería que este espíritu profético era un premio por su virginidad; Santo Tomás de Aquino mencionaba que ellas predijeron muchos de los hechos de Jesucristo; y Clemente de Alejandría señalaba que Dios les dio a las sibilas para anunciar la venida de Jesus. Muchos paganos rechazaban el mensaje y las consideraban «mujeres locas» por hablar de una «madre virgen» y de un «mesías hombre y Dios». Algunos llegaron a quemar sus oráculos y castigaban a quienes acudían a ellas (Costa, 1846).
Miguel Ángel representó a la sibila Cumana, Délfica, Babilónica o Pérsica, Eritrea y Líbica en la Capilla Sixtina. La sibila Cumana, también conocida como Deífoba, era natural de Eritras, ciudad de Jonia (en la costa oeste de Turquía). Nació con el don de la profecía y hacía sus predicciones en verso. La leyenda cuenta que vivió nueve vidas humanas de 110 años cada una y que realizó predicciones sobre la Natividad, la flagelación y la pasión de Jesús.
La sibila Délfica, también llamada Herophila, se representaba sentada en una piedra con una lira. Profetizó el nacimiento de un niño de una virgen y todos los sufrimientos que padecería, incluyendo la coronación de espinas y la crucifixión.
La sibila Babilónica o Pérsica, también conocida como Sambeta o Sabea, escribió 24 libros sobre la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Profetizó sobre el advenimiento de Jesus y la derrota de la bestia, y se le representa con una linterna y una serpiente a sus pies.
La sibila Eritrea, también conocida como Erqiea o Herifila, nacida en Eritrea, profetizó la destrucción de Troya y se le atribuye la profecía de la Anunciación, los azotes a Jesús y el juicio final.
Se menciona que la sibila Líbica, hija de Zeus y Lamia, fue la primera mujer en cantar oráculos y predijo la resurrección de Jesús. Presidía el oráculo de Zeus Amón en el oasis de Siwa en el desierto de Libia.
Estas figuras místicas, con sus profecías y escritos, ejercieron una profunda influencia en la religión y la cultura tanto en la antigüedad como en la edad media, siendo recordadas y veneradas por diversas tradiciones religiosas y culturales hasta el día de hoy.