LAS PLÉYADES.

Las Pléyades, en la mitología griega, no son meras constelaciones, sino una profunda metáfora que ilustra las etapas de la evolución de la mente y su progresión hacia la unión del espíritu y la materia.

En la Odisea, Homero relata: «Atlas es aquel que conoce las profundidades de cada mar y sostiene los altos pilares que sostienen la tierra y el cielo». Estos pilares simbolizan la separación entre espíritu y materia, representando el último paso antes de su eventual reunificación. Atlas se encuentra en los confines del Occidente, cerca del jardín de las Hespérides, símbolo del origen de la evolución. Este lugar, donde el sol se pone, representa la fase menguante y oculta del ciclo solar, en contraste con el sol naciente del Oriente.

El jardín de las Hespérides representa tanto el pasado, con sus recuerdos oscuros y distorsionados, como la necesidad de redescubrimiento y transformación de la memoria. La memoria, en este contexto, no puede ser simplemente enterrada; debe ser transformada para contribuir al proceso evolutivo. La transformación de la memoria es vista como una clave para la evolución, una alusión a la importancia de integrar y trascender nuestras experiencias pasadas para alcanzar un mayor nivel de conciencia.

El espacio entre espíritu y materia se ordena simbólicamente en las siete hijas de Atlas, las Pléyades, quienes representan las etapas de separación y unión de estos dos mundos. Los antiguos mitos enseñan que aquellos que atraviesan estas siete etapas se convierten en un puente entre espíritu y materia, entre el creador y lo creado. Esta idea ha llevado a muchos mitólogos a considerar que las Pléyades describen siete planos mentales, lo que confirma un acercamiento de los antiguos filósofos a conceptos que hoy definimos como psicológicos.

Estos siete planos mentales fueron interpretados de la siguiente forma:

  1. Alcyone: Simboliza la mente física, que se ocupa de la satisfacción y de cubrir las necesidades del cuerpo. Es el nivel más básico de la conciencia, centrado en la supervivencia y el bienestar material.
  2. Celaeno: Simboliza la mente vital, que progresa en la oscuridad y empieza a adquirir un brillo de conciencia reflexiva. Son los primeros destellos de un ser más consciente, la fase inicial del despertar interior.
  3. Merope: Simboliza la mente racional, sustentada en la memoria y funcionando mediante la deducción y el error. Aunque basada en la lógica, esta mente enfrenta dificultades para aceptar verdades opuestas, lo que puede llevar a conflictos internos.
  4. Stérope: Simboliza la mente superior, una evolución de la mente racional que introduce la intuición. Esta mente busca soluciones más allá de la lógica estricta y requiere un esfuerzo para discernir lo válido de lo inválido, formulando síntesis superiores. En el mito, Estérope es amante de Ares, el dios de la guerra, lo que simboliza la destrucción de formas mentales establecidas para alcanzar nuevas comprensiones.
  5. Electra: Simboliza la mente iluminada, una forma estable y continua de la mente superior donde la conciencia empieza a contemplar las cosas en su verdadera forma. Esta mente está acompañada de nuevas capacidades creativas y una visión más clara de la realidad.
  6. Taygeta: Simboliza la mente intuitiva, caracterizada por destellos de la verdad cada vez más numerosos y precisos. En este nivel, todo se vuelve más rápido, inmediato y sencillo, aunque aún se perciben puntos dispares dentro de un todo más completo.
  7. Maia: Simboliza la mente suprema o supermente, el plano que marca la transición hacia lo supramental. Es el nivel más elevado que la mente puede alcanzar, simbolizado en Maia, la madre de Hermes. Maya representa la capacidad de la mente para acceder a lo divino, y Hermes, nacido de este plano, actúa como el mediador entre los dioses y los mortales.

La búsqueda de unidad entre espíritu y materia, simbolizada por las Pléyades, nos invita a un viaje interior de autoconocimiento y transformación. Es un llamado a trascender nuestras limitaciones y a reconciliar nuestras dualidades internas, armonizando las fuerzas opuestas que habitan en nosotros. Al hacerlo, nos convertimos en co-creadores de nuestra realidad, participando activamente en el gran laboratorio cósmico donde se manifiestan los principios y leyes universales.

Este proceso de integración nos lleva a una comprensión más profunda de la realidad y de nuestro papel en el universo. Nos enseña que, aunque vivamos en un mundo de polaridades, es posible alcanzar la plenitud y la perfección a través de la armonización y unificación de estas dualidades. La filosofía subyacente a este mito nos invita a ver la vida como un viaje de evolución constante, donde cada experiencia y cada etapa de nuestra existencia contribuyen a nuestro crecimiento espiritual y a nuestra realización como seres completos e integrados.

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